Lo ocurrido en Gelsenkirchen sólo puede contarse desde el corazón, porque adquiere todo el significado del concepto "fútbol" en 90 minutos. Schalke 04 y Athletic han brindado un maravilloso espectáculo digno de pasar a la historia de la Europa League, competición que ha superado en fútbol y emoción a una descafeinada edición de Champions. En gran parte por los alemanes y los españoles, sin olvidarse de la victoria del Atlético de Madrid (con golazo de Salvio) y el buen resultado del Valencia, que ha caído por 2-1 frente al AZ, líder de la Eredivisie.
Pero en lo que aquí nos atañe, me has vuelto a ganar Loco. ¿Cómo es posible que un partido que deseas que acabe con 2-1 finalice con 2-4 en el electrónico? Intentaré analizar las claves de un partido con unos altibajos deliciosos:
1) Raúl González Blanco. Para hablar de Raúl, primero conviene echar la vista atrás. ¿Se acuerdan del 7 en los inicios? Era un depredador del área, una inteligencia plasmada en el verde sin igual y un constante quebradero de cabeza en balones divididos. Pues bien, Raúl (no me canso de escribir su nombre) sigue siendo todo eso. Todo y mucho más. Porque a su estilo característico ha ido acumulando con la edad un inexplicable trabajo defensivo y unos galones que le hacen moverse por toda la parcela ofensiva. Por la derecha, por el centro, por la izquierda y como delantero. Sólo él ha sido capaz de desmontar la marca al hombre de Bielsa.
Encima suma dos goles a sus inigualables cifras. Muchos lo querían retirar y él sólo bajó la cabeza y trabajó para demostrar que su tiempo en los terrenos de juego no se agotará sin mantener la dignidad y el orgullo intacto. El liderazgo de un hombre que sería capitán en cualquier equipo del mundo y necesario para situaciones complicadas diversas. No abriré un debate con la Selección, pero Raúl entraría en la convocatoria de todas las participantes en la Eurocopa, en muchas de ellas siendo titular. Imaginen por un momento que su último partido en Europa es en San Mamés. ¿Mejor escenario? Imposible.
2. El factor Fernando Llorente. Está de dulce y nadie le va a quitar la ilusión de ser el 9 de España en la Eurocopa. De eso y de alzar su primer título con la camiseta del Athletic. Es el faro que guía los ataques, la esperanza a la que agarrarse cuando no funcionan las conexiones internas y las externas acaban en balas de fogueo. Con el 2-1 fue él el que igualó las fuerzas cuando más desniveladas parecían. Hizo lo mismo en Old Trafford y lo seguirá haciendo en escenarios de leyenda. Merecido, porque el Rey León ya forma parte de la del Athletic Club.
3. Los cambios de ambos entrenadores. Se puede decir que Huub Stevens leyó perfecto el encuentro, sobre todo con la entrada de Holtby y Jurado en el segundo tiempo. Creyó en la inteligencia por encima del músculo, una apuesta imposible de criticar aunque al final significara su tumba. Sobre todo porque Bielsa no había dicho su última palabra. Y ahí entraba la variante de Íñigo Pérez para desarmar todo un centro del campo. Su oxígeno y el paso de De Marcos hacia la banda terminó por ofrecer un final de partido perfecto. Contraataques de manual dignos de grabarse en DVD con la rúbrica de Muniain y Susaeta en su gran mayoría.
4. Gracias Dios por el Veltins Arena. El estadio del Schalke 04 me tiene más que ganado. ¿Y a quién no después de lo de hoy? La devoción por Raúl, el ánimo incondicional a su equipo y el respeto al Athletic Club no es algo nuevo. El ambiente en general del graderío en la Bundesliga es otra de las variantes de las que la Liga BBVA debe aprender con urgencia. "90 euros por una entrada. El fútbol no es sexo telefónico". Una pancarta que desmonta toda una organización liguera que se cae por su propio peso. El país tiene cada vez menos dinero y las entradas aumentan su precio de manera progresiva. ¿Cuándo se perdió el sentido dejando paso a la locura? Se están cargando el espectáculo en España.
5. El Athletic se crece en la fatiga. Si con algo se puede concluir esta entrada es con la entrega de los leones. Cuando más fatigados parecían, cuando las críticas hacia las pocas rotaciones de Bielsa comenzaban a relucir, sus soldados vuelven a darle la razón con 20 minutos finales merecedores de un análisis pormenorizado. Una demostración de hambre y pelea por unos colores. De perseguir un sueño que tendrá como próxima estación Portugal o Ucrania, pero cuyo máximo vuelo debe darse en Bucarest. Eso sí, sin lanzar campanas al vuelo. Pero tranquilos, Marcelo no les dejará.
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