¿Cuántos capítulos humillantes tiene que vivir la Liga BBVA para cambiar drásticamente de dirección? ¿Hasta cuándo se utilizará la coletilla de 'mejor Liga del mundo' en un ejercicio de ombliguismo y narcisismo? ¿En qué momento se decidió que 'todo vale y vale todo' para alcanzar una victoria, que ni mucho menos es lo más importante? ¿Seguirá permitiendo la LFP una bicefalia que no beneficia en nada a un campeonato donde, hasta no hace mucho, emergían equipos como Deportivo, Real Sociedad o Valencia que peleaban (e incluso ganaban) el título hasta el final? Son todo cuestiones que, en caso de tener que responderlas ante una masa pública, a más de uno le haría caer la cara de vergüenza.
La primera y más actual se refiere al colectivo arbitral. Cierto es que el nivel de este estamento es ínfimo y sus sueldos no van acordes con su rendimiento. Porque los colegiados soportan una presión insorportable, valga la redundancia, pero no dudan en crecerse ante las adversidades con decisiones que, más allá de errores, no parecen ni siquiera humanas. Fallos tienen todos, en España, Premier, Calcio o Bundesliga, pero en ninguna competición mantienen una actitud a la defensiva como en la Liga BBVA. Quizás es mucho pedir para un torneo que permite jugar a un futbolista sancionado (Martins), por no reunirse el Comité a tiempo.
Ver un partido de Premier League donde el árbitro es protagonista es realmente complicado. Sobre todo porque la actitud de los futbolistas con ellos es totalmente diferente. El 'piscinazo' está castigado, los insultos son sancionados duramente y, por qué no decirlo, existe un diálogo mucho mayor que evita reacciones fuera de lugar en momentos de tensión. ¿Por qué en España un árbitro dispara las amarillas como si cobrara a comisión por ellas? Es una cuestión de respeto, de no acaparar en ellos la culpabilidad de una victoria o una derrota. También de 'congelarles en la nevera' cuando cometen errores de bulto para evitar la sensación de impunidad de la que sólo ellos gozan.
Sólo Real Madrid y Fútbol Club Barcelona hablan de ellos, aunque los perjudicados sean los otros 18. Precisamente por esa lucha de gigantes que a algunos divierte y a otros nos aburre profundamente. La creación de estos dos monstruos no sólo ha destrozado la competitividad por el título en la Liga BBVA, reduciéndola al Bernabéu y Camp Nou, sino que amenaza con extenderse a la Champions League. ¿Cómo es posible que enfrentarse a un histórico A.C. Milan pueda ser visto, con lógica mirando las plantillas, como un trámite para llegar a la final de Munich? ¿Y al Bayern Munich?
Así seguirá siendo mientras no se equiparen los derechos televisivos. Un tema manido que no por ello deja de resultar sorprendente. Gigantes que reciben cuatro, cinco, seis veces más que el resto de equipos de la misma Liga y que triplican esta partida presupuestaria respecto a potencias europeas. Estas diferencias deben acabarse si queremos una competición donde existan alternativas al título. ¿Alguien realmente disfruta con portadas o debates donde la lucha por el Pichichi entre Cristiano y Messi adquiere mayor relevancia que la lucha por la Champions? O por el tercer puesto, el líder de la Liga de los mortales.
Pero qué se puede esperar de una organización que permite a sus participantes acercarse a los 800 millones de euros con Hacienda. O acogerse a una Ley Concursal sin sufrir consecuencias clasificatorias en forma de pérdida de puntos o descenso automático. Esto último se solventará con la renovación de la Ley, aunque muchos ya han aprovechado este 'vacío legal' que limpia de deudas y perjudica a los acreedores. Mientras, parece más importante expulsar a las radios de los estadios. A las radios y al público en general, con unos horarios destinados a todos menos a la hinchada que se desplaza, por y para la que vive el fútbol.
Tampoco los incidentes en las gradas obtienen castigo. Balones lanzados desde la grada; jugadores, cuerpo técnico o periodistas escupidos y agredidos con diversos objetos; apología del terrorismo en cánticos de los ultras. La mayoría se solventan con ridículas sanciones o apercibimiento de cierre del campo que nunca llega al puerto que debe llegar. Mientras, los clubes siguen apretando las tuercas de sus aficionados, con entradas y abonos cada vez más caros que no van acordes con la situación económica actual del país.
Además, se permite el lujo de que un torneo como la Copa del Rey se vea desprestigiado mediante sorteos teledirigidos en busca, como siempre, de la final 'soñada'. ¿Por qué manipular un torneo impidiendo que unos clubes se enfrenten con otros por la categoría en la que militan? ¿No interesa que los modestos lleguen lejos? Lo hizo el Mirandés en esta edición, sí, pero en Francia son dos (Ajaccio y Quevilly) los que se han 'colado' en semifinales. O el Cardiff City alcanzando los penaltis en una final de la Carling. De la búsqueda de sede para la final, mejor ni hablar.
Sólo con echar un vistazo alrededor se puede aprender bastante. Para eso, es necesario que los dirigentes olviden el egocentrismo de "mejor Liga del mundo" y copien modelos admirables que en países cercanos funcionan. Recuperar la Liga Española es muy posible, siempre y cuando se conciba como una competición de 20 equipos y no como un negocio que vender a países lejanos. Porque el fútbol no es de los presidentes, ni de los Comités, ni de la RFEF, ni de la LFP. El fútbol es de la afición.
Enhorabuena por el artículo. Todo esto debe llevarnos a reflexionar sobre demasiadas cosas, sobre el ridículo y el circo que envuelve a esta liga y a debates absurdos e irrelevantes. Últimamente, las tertulias futboleras se convierten en una reunión de verduleros debatiendo el color de los calzoncillos del vecino. Las deudas de los clubes, el protagonismo de los árbitros, reparto de los derechos televisivos, veto a las radios, jugadores denunciando robos...hablemos de una vez de fútbol señores.
ResponderEliminarEnhorabuena, reflexión muy interesante y acertada en mi opinión. Un saludo desde Mexico DF
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